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jueves, 19 de julio de 2012

Las quince oraciones de Santa Brígida para rezar durante un año


Primera oración


¡Oh Jesucristo, sois la eterna dulzura
 de todos los que os aman;
 la alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; 
la salvación y esperanza
 de todos los pecadores! 
Habéis manifestado no tener mayor deseo 
que el de permanecer en medio de los hombres, 
en la tierra. 
Los amáis hasta el punto de
 asumir la naturaleza humana, 
en la plenitud de los tiempos, 
por amor a ellos. Acordaos de todos
 los sufrimientos que habéis soportado 
desde el instante de vuestra 
Concepción y especialmente 
durante vuestra Sagrada Pasión; 
tal como fue decretado y ordenado 
desde toda la eternidad, según el plan divino.
Acordaos, Oh Señor, 
que durante la última cena con vuestros
 discípulos les lavasteis los pies;
 y después, les disteis vuestro Sacratísimo
 Cuerpo y vuestra Sangre Preciosísima.
 Luego, confortándolos con dulzura,
les anunciasteis vuestra próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que 
habéis experimentado en vuestra Alma,
 como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: 
"Mi Alma está triste hasta la muerte".
Acordaos de todos los temores,
 las angustias y los dolores que habéis 
soportado en vuestro Sagrado Cuerpo
 antes del suplicio de la crucifixión. 
Después de haber orado tres veces, 
todo bañado de sudor sangriento,
 fuisteis traicionado por vuestro discípulo, 
Judas; apresado por los habitantes de una nación 
que habíais escogido y enaltecido. 
Fuisteis acusado por falsos testigos e injustament
e juzgado por tres jueces; 
todo lo cual sucedió en la flor de vuestra madurez,
 y en la solemne estación pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de 
vuestra propia vestidura, 
y revestido con manto de irrisión. 
Os cubrieron los ojos y la cara
 infligiéndoos bofetadas.
 Después, coronándoos de espinas, 
pusieron en vuestras manos una caña. 
Finalmente, fuisteis atado a la columna, 
desgarrado con azotes, 
y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores, 
que habéis soportado antes de 
vuestra Pasión en la Cruz, 
concededme, antes de morir, 
una contrición verdadera, 
una confesión sincera y completa, 
adecuada satisfacción,
 y la remisión de todos mis pecados. 
Amén.


Segunda oración


¡Oh Jesús, verdadera libertad de 
los ángeles y paraíso de delicias! 
Acordaos del horror y la tristeza con 
que fuisteis oprimido, 
cuando vuestros enemigos,
 como leones furiosos, 
os rodearon con miles de injurias:
 salivazos, bofetadas, laceraciones, 
arañazos y otros suplicios inauditos. 
Os atormentaron a su antojo.
 En consideración a estos tormentos y
 a las palabras injuriosas os suplico, 
¡Oh mi Salvador, y Redentor!, 
que me libréis de todos mis enemigos 
visibles e invisibles y que bajo Vuestra 
protección, hagáis que yo alcance la perfección
 de la salvación eterna. 
Amén.


Tercera oración


¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra,
 al que nada puede contener ni limitar! 
Vos abarcáis todo y todo es sostenido
 bajo vuestra amorosa potestad. 
Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis 
cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados,
 golpe a golpe clavaron vuestras
 Sagradas Manos y Pies a la Cruz. 
Y, no viéndoos en un estado suficientemente
 lamentable para satisfacer su furor, 
agrandaron vuestras Llagas,
 agregando dolor sobre dolor. 
Con indescriptible crueldad, 
extendieron vuestro Cuerpo en la Cruz y, 
a fuerza de jalones y de violentos estirones, 
en todas direcciones, 
dislocaron vuestros Huesos.
¡Oh Jesús!, 
en memoria de este santo dolor 
que habéis soportado con tanto amor en la Cruz,
 os suplico me concedáis la gracia 
de temeros y amaros.
 Amén.


Cuarta oración


¡Oh Jesús, Médico Celestial, 
elevado en la Cruz para curar nuestras llagas
 con las vuestras!
 Acordaos de las contusiones y los desfallecimientos 
que habéis sufrido en todos vuestros miembros, 
que fueron distendidos a tal grado 
que no ha habido dolor semejante al vuestro. 
Desde la cabeza hasta la planta de los pies, 
ninguna parte de vuestro Cuerpo
 estaba exenta de tormentos. 
Sin embargo, olvidando todos vuestros sufrimientos, 
no dejasteis de pedir por vuestros enemigos 
a vuestro Padre Celestial, diciéndole: 
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
Por esta inmensa misericordia, 
y en memoria de estos sufrimientos, 
os hago esta súplica: conceded que el recuerdo
 de vuestra muy amarga Pasión,
 nos alcance una perfecta contrición,
 y la remisión de todos nuestros pecados.
 Amén.


Quinta oración


¡Oh Jesús,
 espejo del Resplandor Eterno! 
Acordaos de la tristeza aguda que habéis 
sentido al contemplar con anticipación las almas 
que habían de condenarse. 
A la luz de vuestra Divinidad 
habéis vislumbrado la predestinación 
de aquellos que se salvarían 
mediante los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. 
Simultáneamente habéis contemplado
 tristemente la inmensa multitud de réprobos 
que serían condenados por sus pecados; 
y os habéis quejado amargamente
de esos desesperados,
perdidos y desgraciados pecadores.
Por este abismo de compasión y piedad, 
y principalmente por la bondad que demostrasteis
 hacia el buen ladrón, diciéndole: 
"Hoy estarás conmigo en el Paraíso", 
hago esta súplica, Dulce Jesús. 
Os pido que a la hora de mi muerte 
tengáis misericordia de mí.
 Amén.



Sexta oración


¡Oh Jesús, 
Rey infinitamente amado y deseado!
 Acordaos del dolor que habéis sufrido 
cuando, desnudo y como un criminal común
 y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz.
 También fuisteis abandonado de todos 
vuestros parientes y amigos, 
con la excepción de vuestra muy amada Madre. 
En vuestra agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos.
 Luego, la encomendasteis a vuestro fiel discípulo,
 Juan, diciendo a Maria: "Mujer, he aquí a tu hijo!
" Y a Juan: "¡He aquí a tu Madre!"
Os suplico, ¡Oh mi Salvador!, 
por la espada de dolor que entonces traspasó
 el alma de vuestra Santísima Madre, 
que tengáis compasión de mí.
 Y, en todas mis aflicciones y tribulaciones,
 tanto corporales como espirituales, 
tened piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas,
 y especialmente en la hora de mi muerte. 
Amén.


Séptima oración


¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión,
 ten compasión de mí! En profundo gesto de amor,
 habéis exclamado en la Cruz: "Tengo sed". 
Era sed por la salvación del género humano. 
¡Oh mi Salvador! Os ruego que inflaméis
 nuestros corazones con el deseo
 de dirigirnos a la perfección, en todas nuestras obras. 
Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal 
y el ardor de los apetitos mundanos.
 Amén.


Octava oración


¡Oh Jesús, dulzura de los corazones
 y deleite del espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga 
que habéis probado en la Cruz, 
por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos. 
Concedednos la gracia
a de recibir dignamente vuestro 
Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima 
durante nuestra vida, y también a la hora de la muerte, 
para servir de remedio y consuelo a nuestras almas.
 Amén.


Novena oración


¡Oh Jesús, virtud real y gozo del alma!
 Acordaos del dolor que habéis sentido,
 sumergido en un océano de amargura, 
al acercarse la muerte, 
insultado y ultrajado por los judíos. 
Clamasteis en voz alta que habíais sido
 abandonado por Vuestro Padre Celestial, 
diciéndole: "Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?". 
Por esta angustia, os suplico, 
¡Oh mi Salvador!, que no me abandonéis 
en los terrores y dolores de mi muerte.
 Amén.


Décima oración


¡Oh Jesús, principio y fin de todas las cosas, 
sois la Vida y la Virtud plena! 
Acordaos que por causa nuestra fuisteis
 sumergido en un abismo de penas, 
sufriendo dolor desde la planta de los pies 
hasta la coronilla de la cabeza. 
En consideración a la enormidad de vuestras llagas, 
enseñadme a guardar, por puro amor a vos, 
todos vuestros Mandamientos, 
cuyo camino en vuestra Ley Divina es amplio 
y agradable para aquellos que os aman. 
Amén.


Undécima oración


¡Oh Jesús, abismo muy profundo de Misericordia!
 En memoria de las llagas que penetraron 
hasta la médula de vuestros huesos
 y entrañas para atraerme hacia Vos, 
presento esta súplica. Yo, 
miserable pecador, 
profundamente sumergido en mis ofensas, 
pido que me apartéis del pecado.
 Ocultadme de vuestro rostro tan justamente irritado
 contra mí. Escondedme en los huecos de vuestras llagas 
hasta que vuestra cólera y justísima indignación hayan cesado.
 Amén.


Duodécima oración


¡Oh Jesús, Espejo de la Verdad, 
Sello de la Unidad y Vínculo de la Caridad! 
Acordaos de la multitud de llagas 
con que fuisteis herido, desde la cabeza hasta los pies. 
Esas llagas fueron laceradas y enrojecidas, 
¡Oh dulce Jesús!, 
por la efusión de vuestra adorable sangre.
 ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido 
por amor a nosotros, en vuestra carne virginal! 
¡Dulcísimo Jesús!
 ¿Qué hubisteis de hacer por nosotros que no hayáis hecho?
 Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido!
 ¡Oh amable y adorable Jesús! 
Por el fiel recuerdo de vuestra Pasión, 
que el fruto meritorio de vuestros sufrimientos
 sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón,
 vuestro amor aumente cada día hasta que llegue
 a contemplaros en la eternidad.
 ¡Oh amabilísimo Jesús! 
Vos sois el tesoro de toda alegría y dicha verdadera, 
que os pido me concedáis en el Cielo. 
Amén.


Decimotercera oración


¡Oh Jesús, fuerte León,
 Rey inmortal e invencible! 
Acordaos del inmenso dolor
 que habéis sufrido cuando, 
agotadas todas vuestras fuerzas, 
tanto morales como físicas, 
inclinasteis la cabeza y dijisteis: 
"Todo está consumado". Por esta angustia y dolor,
 os suplico, Señor Jesús, 
que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte
 cuando mi mente esté tremendamente perturbada
 y mi alma sumergida en angustia. 
Amén.



Decimocuarta oración


¡Oh Jesús, único Hijo del Padre Celestial,
 esplendor y semejanza de su esencia!
 Acordaos de la sencilla y humilde recomendación 
que hicisteis de vuestra alma, 
a vuestro Padre Eterno, diciéndole:
 "¡Padre en tus Manos encomiendo mi Espíritu!" 
Desgarrado vuestro cuerpo, 
destrozado vuestro corazón, 
y abiertas las entrañas de vuestra 
misericordia para redimirnos, 
habéis expirado. Por vuestra Preciosa Muerte, 
os suplico, ¡Oh Rey de los santos!, 
confortadme. Socorredme para resistir al demonio, 
a la carne y al mundo, a fin de que, 
estando muerto al mundo, 
viva yo solamente para Vos. 
Y, a la hora de mi muerte, 
recibid mi alma peregrina y 
desterrada que regresa a Vos.
 Amén.

Decimoquinta oración


¡Oh Jesús, verdadera y fecunda Vid! 
Acordaos de la abundante efusión
 de sangre que tan generosamente 
habéis derramado de vuestro sagrado cuerpo. 
Vuestra preciosa sangre fue derramada
 como el jugo de la uva bajo el lagar.
De vuestro costado,
 perforado con la lanza por un soldado, 
ha brotado sangre y agua, 
hasta no quedar en vuestro cuerpo gota alguna.
 Finalmente, como un haz de mirra, 
elevado a lo alto de la cruz, 
la muy fina y delicada carne vuestra fue destrozada; 
la substancia de vuestro cuerpo fue marchitada 
y disecada la médula de vuestros huesos.
 Por esta amarga Pasión, 
y por la efusión de vuestra preciosa Sangre,
 os suplico, ¡Oh dulcísimo Jesús!, 
que recibáis mi alma, 
cuando yo esté sufriendo en la agonía de mi muerte. 
Amén.

Conclusión


¡Oh Dulce Jesús! 
Herid mi corazón a fin de que mis lágrimas 
de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. 
Convertidme enteramente, ¡Oh mi Señor!, a Vos. 
Haced que mi corazón sea vuestra habitación perpetua.
 Y que mi conversación sea agradable. 
Que el fin de mi vida os sea de tal suerte loable, 
que después de mi muerte pueda merecer 
vuestro Paraíso; y alabaros para siempre 
en el Cielo con todos vuestros santos. 
Amén. 


__________________________________________
Santa Brígida de Suecia (1303-1373). 
Fue declarada santa en 1391;
es considerada además la santa patrona de Suecia,
 patrona de las viudas y una de las patronas de Europa. 
Su fiesta es el 23 de julio.

Santa Brigida, escribió: 
"Mi amado hermano, 
yo estaba sumergida en las más grandes amarguras de la vida.
 El dolor, la enfermedad, 
la pobreza y el abandono me afligían. 
Con amor, cada tarde leí estas Oraciones,
 mi vida ha sido transformada milagrosamente y el Señor, 
fiel a sus promesas, me ha colmado de gozo, 
bienestar, riqueza y consuelo. 
Lo que Jesús ha hecho por mí, miserable pecadora, 
lo hará también por ti, mi amado hermano. 
Lee cada día estas oraciones".


Todos estos privilegios fueron prometidos a Santa Brígida 
desde una imagen de nuestro Señor Jesucristo Crucificado, 
a condición de que ella rezase todos los días estas oraciones, 
y son también prometidos a todos aquellos
 que las recen devotamente cada día durante el período de un año.

La santa, durante su vida, tuvo numerosas visiones.
 Deseaba saber el número de los golpes 
que nuestro Señor había recibido durante su Pasión,
 un día Él se le apareció diciéndole: 
«Hija mía, he recibido 5480 golpes sobre mi cuerpo. 
Si tú quieres honrarlos dirás 15 Padrenuestros
 y 15 Ave Marías con las oraciones siguientes
 (que le enseñó) durante un año. 
Pasado el año,
 tú me habrás honrado por cada una de mis llagas».
Y añadió: 
«Quienquiera que rece estas oraciones 
durante un año tendrá estos beneficios":


1. Liberará del Purgatorio a quince almas de su estirpe.
2. Quince justos de su estirpe serán confirmados 
y conservados en gracia.
3. Quince pecadores de su estirpe se convertirán.
4. La persona que las rece llegará al mayor grado de perfección.
5. Quince días antes de morir recibirá mi precioso 
Cuerpo de modo que será liberado del hambre eterno y 
beberá mi preciosa Sangre para que no tenga sed en la eternidad.
6. Quince días antes de morir tendrá una contrición amarga 
de todos sus pecados y un perfecto conocimiento de ellos.
7. Pondré el signo de mi Cruz victorioso ante ella
 para socorrerla y defenderla contra los ataques de sus enemigos.
8. Antes de su muerte yo vendré a ella con mi amada Madre.
9. Recibiré con bondad su alma y la llevaré a los gozos eternos.
10. Y, conduciéndola hasta allá le daré, con singular trato, 
a beber de la fuente de mi divinidad; c
osa que no haré con aquellos que no hayan recitado estas oraciones.
11. Necesitas saber que a quienquiera que haya vivido 
durante treinta años en pecado mortal y diga devotamente estas 
Oraciones o se haya propuesto hacerlo,
 yo le perdonaré todos sus pecados.
12. Lo defenderé de las tentaciones.
13. Le conservaré sus cinco sentidos.
14. Lo preservaré de la muerte repentina.
15. Salvaré su alma de las penas eternas.
16. Obtendrá todo lo que pidiera a Dios
 y a la Santa Virgen María.
17. Si hubiera vivido siempre según su propia voluntad y 
debiera de morir mañana, su vida se prolongará.
18. Todas las veces que rezare estas
 oraciones ganará la indulgencia parcial. 
19. Estará seguro de estar junto al coro de los Ángeles.
20. Si alguien las enseñara a otro, tendrá gozo y mérito sin fin,
 estables sobre la tierra y eternamente en Cielo.
21. Donde fueran pronunciadas estas oraciones, 
Dios estará presente con su gracia».

Si multiplicamos las quince oraciones 
por los trescientos sesenta y cinco días del año,
 nos da un total de cinco mil cuatrocientos setenta y cinco azotes.
 Parece ser que los otros cinco se refiere a sus otras cinco llagas
 (manos, pies y costado) que, en este caso, 
no fueron producidas por el látigo, sino por los clavos y la lanza. 
Estas cinco llagas más 
los cinco mil cuatrocientos setenta y cinco azotes,
 da un total de cinco mil cuatrocientos ochenta golpes que recibió,
 en su Cuerpo, Nuestro Señor Jesucristo.

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